viernes, 7 de octubre de 2011

AUTOBIOGRAFIA II PARTE

AUTOBIOGRAFIA
YOLANDA VILLAPAREDES
II PARTE


            El regreso a la Patria
            Para los venezolanos en el exilio, en el país donde estuviésemos, no nos tomó por sorpresa ninguno de los movimientos que se sucedían, cada vez mas audaces y mejor coordinados, en el interior de nuestra Patria.
            Obviamente, éramos un factor integrado a la lucha, desde fuera y bien articulados a las organizaciones políticas internas, con el único y bien definido objetivo: derrocar la dictadura perezjimenista y conquistar las libertades.
            Me encontraba en Bogotá, Colombia, procedente de México, país que me acogió, donde viví tres años y contraje matrimonio con mi camarada venezolano y exiliado como yo, Ysrael Lugo. Siendo ambos militantes del Partido Comunista, fuimos designados a cumplir una tarea política en Colombia.
            Instalamos un aparato en un lugar estratégico en la frontera colombo – venezolana, desde donde pasábamos a los dirigentes que habían sido expulsados y que eran necesarios para el empujón final al dictador Pérez Jiménez.
            El 1° de enero de 1958, nos encontrábamos en Bogotá cuando ocurrió el alzamiento militar de la aviación militar que fracasó. ¡Se había alzado la aviación en Venezuela! Pero estaban llegando a Bogotá el Capitán Martín Parada y otros pilotos, que tuvieron que volar hacia Colombia después de sobrevolar Miraflores sin resultados, porque no hubo coordinación, a pesar de que, a su vez, el Coronel Hugo Trejo hizo lo mismo con la infantería y comenzó la marcha desde Maracay, Estado Aragua, hacia Caracas; siendo atacados y hechos prisioneros en el trayecto.
            A esa hora y con el frío bogotano, nos movilizamos todos los venezolanos que allí nos encontrábamos, hacia la Plaza de Bolívar, que así la llaman los citadinos de aquella conservadora capital.  La niebla que caía sobre la ciudad, la humedad y el frío, no fueron obstáculos para que a las cuatro y media de la mañana, tuviéramos llenos la plaza y sus alrededores, desarrollándose un gran mitin de unidad y de apoyo a todos quienes se estaban jugando la vida, luchando desde todos los frentes por la liberación de la patria, por expulsar la dictadora militar que la oprimía.
            Este alzamiento militar del 1° de enero fue decisivo para ajustar estrategias y preparar el golpe final al régimen, que ya era evidente, había perdido el apoyo de las Fuerzas Armadas; que ya presentaban fracturas muy profundas, y luego, como vimos después, la Marina nos prestó por un tiempo al Contraalmirante Wolfgang Larrazábal, quien presidió dignamente la Junta de Gobierno que sustituyó al prófugo Marcos Pérez Jiménez, que huyó  cobardemente en la madrugada de aquel glorioso 23 de enero.
            Decidimos preparar sobre la marcha, el regreso a nuestra querida Venezuela, de donde años atrás nos habían sacado a la fuerza por luchar por los derechos del pueblo, por la libertad, por la justicia...
            Volvieron los dirigentes y los líderes de los partidos políticos A.D., Copei, P.C.V. y U.R.D. En el país reinaba el caos, todavía no se había estabilizado la Junta de Gobierno; pero había mucha alegría: la gente, el pueblo llano y sencillo tomaba la calle, las plazas y celebraban la fuga de Pérez Jiménez, era algo así como una fiesta popular, como si todos se conocían y hablaban de cómo sacaron a los presos de la Seguridad Nacional, de la Cárcel Modelo, del Obispo... exponiéndose al plomo que les disparaban los esbirros o policías que se habían quedado y no encontraban qué hacer con aquellos hombres y mujeres que habían tenido bajo su custodia por tanto tiempo y de repente se encontraron abandonados  por los jefes que se habían asilado en embajadas unos, otros se escondieron y algunos habían sido detenidos por el ejército. Hubo casos de torturadores que salían cubiertos con colchonetas para evitar la furia del pueblo que en masa acudió a las cárceles a liberar a sus presos, y más de un espía fue descubierto y ajusticiado allí mismo, por la poblada enardecida. Hubo una al que por su crueldad en el trato con los prisioneros políticos, le habían puesto “Suelespuma”. Ese fue uno de los muertos en la Plaza Morelos; otro, al que le decían “El Gavilán” porque era el que para sacarle confesión al detenido político, les arrancaba las uñas, una a una, mientras lo “ablandaba” para que hablara... ese tampoco llegó muy lejos, aunque salió disparando y con un muchacho preso, usándolo como escudo; pero cuando lo descubrieron, se le fueron encima y lo golpearon hasta dejarlo como un fardo tirado en medio de la calle.
            Había sed de justicia, las casas de Pérez Jiménez, Pedro Estrada y otros altos personeros del gobierno depuesto, fueron saqueadas. Laureano Vallenilla Lanz, Ministro de Relaciones Interiores, había huido a Francia , Pedro Estrada, Director – Jefe de la policía política o Seguridad Nacional, abandonó a su jefe también y voló a París...
            Encontré a mi familia desmembrada pero con una moral muy alta. Era y es un orgullo pertenecer a ella. Tener unos padres y unos hermanos que profesaban, y yo, junto con ellos, la misma ideología política: la ideología comunista. Este hecho nos unió siempre y realmente éramos una familia comunista, de camaradas, donde reinaba el amor, el respeto, la comprensión, la solidaridad, la crítica y la autocrítica.
            Regresó mi papá unos días después que yo. Venía de México también, después de haber estado 5 años preso y 3 en el exilio. Papá no veía a mi mamá ni a los niños desde hacía 8 años, y ellos, sobre todo las pequeñas, lo conocían por fotos, así que lo veían como a un extraño.
            Poco días antes había llegado Enso, mi hermano, quien fue rescatado por el pueblo de los calabozos de la Seguridad Nacional, donde permanecía encerrado desde hacía un mes, ya que lo habían pescado en una de tantas batalla en las que participó. Enso tenía 21 años, pero esta no era su primera detención; desde los 14 años sabía lo que era dormir hacinado en una celda, en el piso sucio, , y a pesar de su minoría de edad, conoció la tortura, la incomunicación y supo mantener la dignidad comunista: no delatar a ningún camarada o dar direcciones al aparato represivo del gobierno. Para nosotros esto era y es muy importante.
            Incluyo esta información, ya que mi autobiografía estaría incompleta y pecaría de injusta si dejara de mencionar a mis seres queridos que inscritos como yo en las filas de la revolución, han dado su invalorable cuota de sacrificio de manera desinteresada, con constancia y valentía.
            Mi padre, Gustavo Villaparedes, fue uno de los forjadores de libertades. Desde muy joven, por los años 30, luchó contra el tirano Juan Vicente Gómez, fue dirigente comunista, por lo tanto, perseguido político casi toda su vida. Sufrió prisión y extrañamiento del país con Pérez Jiménez; fue perseguido por los gobiernos adecos de Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, capturado y desaparecido por más de dos meses en 1967, sometido a terribles torturas: simulacros de fusilamiento, sacado helicóptero con amenaza de lanzamiento como le hicieron al sociólogo Soto Rojas en las montañas del Bachiller, en el Estado Miranda, luego, sometido a juicio militar  Papá después de dos años en el Cuartel San Carlos hubo de ser expatriado para llevarlo a la Unión Soviética para tratarle de una grave dolencia que amenazaba seriamente su vida; ya recuperado, regresó de su segundo exilio, impuesto esta vez por un gobierno que se decía democrático, pero  que violó los derechos humanos y en nombre de la libertad, cometió más crímenes que cualquiera de las dictaduras que este pueblo haya padecido: el régimen adeco de Raúl Leoni. Hasta 1970, cuando Rafael Caldera gana las elecciones presidenciales e implementó lo que él llamó la política de pacificación y decretó la libertad de los presos políticos y el regreso de los exiliados.

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